Francisco de Saavedra

Un hombre para América

Francisco de Saavedra
«La política debería prestar toda su atención a la gran convulsión que va a significar para la humanidad la revolución de Norteamérica»
Francisco de Saavedra, 1780

Saavedra fue el representante especial enviado por Carlos III para facilitar todos los medios materiales y humanos a las campañas de Bernardo de Gálvez. En 1781 tuvo un decisivo protagonismo en el triunfo de la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, al suministrar, en La Habana, el dinero que necesitaba el ejército aliado franco-norteamericano y la escuadra francesa, para alcanzar la victoria de Yorktown. Saavedra fue un ilustrado que recibió una importante formación humanística y ejerció como militar, diplomático, político y administrador. Ocupó los cargos de ministro de Hacienda, secretario de Estado y miembro del consejo de Regencia durante los reinados de Carlos IV y Fernando VII.

Francisco de Saavedra Sangronís nació en Sevilla el 4 de octubre de 1746. A los once años ingresó en el prestigioso Colegio de Teólogos y Juristas del Sacro Monte de Granada, uno de los centros de formación de la élite de la Ilustración. En lugar de continuar con la carrera religiosa, decidió dar un cambio en su vida y en 1768 ingresó en el ejército. Alcanzó el grado de teniente en 1771 y asistió a la Escuela Militar de formación de oficiales de Ávila, donde coincidió con Bernardo de Gálvez. Al igual que este, participó en la desastrosa expedición contra Argel en 1775, donde resultó herido durante el desesperado reembarque de las tropas en las playas.

Su amistad con Gálvez le sirvió para que, en 1778, fuera llamado para trabajar junto a uno de los personajes más importantes de la Corte y tío de Bernardo, José de Gálvez, secretario de Estado de Indias. Saavedra vivió una época apasionante de la historia española, cuando el rey y sus ministros ilustrados impulsaban el progreso del país con una política de mejora de la educación, el comercio, las fuerzas armadas, las infraestructuras y la política exterior en Europa y América.

Inglaterra fue siempre el tradicional enemigo de España en la lucha por la hegemonía global y, durante la Guerra de los Siete Años, le había infligido serios reveses bélicos y territoriales. Al estallar la revolución en Norteamérica, la Corte española ofreció a Gran Bretaña la neutralidad a cambió de recuperar Gibraltar. Pero, al mismo tiempo, se enviaron secretamente suministros a las Trece Colonias rebeldes, como forma de debilitar el poder de Inglaterra en aquel continente. Cuando se comprobó que no podía alcanzarse nada por la vía diplomática, se prepararon el ejército y la armada, se reforzaron los puertos americanos y se recaudó dinero en ambos continentes para los enormes gastos de la contienda que se avecinaba. En junio de 1779, España declaraba la guerra a Inglaterra, uniéndose de nuevo a Francia mediante el Pacto de Familia borbónico.

El rey Carlos III estableció como uno de sus principales objetivos expulsar a los británicos de América. Para ello, se envió una enorme expedición de 11.000 soldados a bordo de más de ochenta buques que partieron de Cádiz en abril de 1780. La dirección de la guerra era un complicado mecanismo y la estrategia para América estaba dirigida por el secretario de Indias, José de Gálvez, y las autoridades militares de Cuba, Diego de Navarro; Luisiana, Bernardo de Gálvez, y la de la armada en aguas del Caribe, José Solano. Para coordinar todo ello, acordar las operaciones con los franceses, facilitar los medios económicos e informar a la Corte, Saavedra fue designado, en agosto de 1780, comisionado especial del rey en La Habana.

Saavedra era el hombre perfecto para este cometido por su amplio conocimiento de la política nacional e internacional, su inteligencia, cordialidad y capacidad de organización. En agosto de 1780, embarcó en La Coruña con destino a Cuba, pero su barco fue interceptado por los ingleses antes de llegar y fue enviado a Jamaica. Saavedra pudo ocultar la importancia de su misión, haciéndose pasar por un mero funcionario burocrático, hasta que, en enero de 1781, consiguió abandonar la isla enemiga a bordo de un barco francés.

Nada más llegar a La Habana, dedicó todos sus esfuerzos durante los siguientes meses a hacer posible el ataque contra Pensacola, apartando todos los obstáculos y reticencias de las diferentes autoridades. Entre los meses de abril y junio, participó personalmente junto a Gálvez en la campaña militar, hasta que se obtuvo la gran victoria de Pensacola el día 9 de mayo. Su siguiente cometido era planear con los franceses operaciones navales y terrestres combinadas y, sobre todo, el ataque a Jamaica, la gran base inglesa en el Caribe. Para ello, viajó a la isla de La Española y a México. También se ocupó de que se facilitasen tropas y dinero para las campañas contra los británicos en Nicaragua, Honduras y Guatemala.

Mientras tanto, en julio de 1781, Robert Morris, superintendente de Finanzas del Congreso Continental, pidió urgentemente dinero al representante español en Filadelfia, que en esa época era Francisco Rendón, «para oponerse al enemigo común». La situación era de bancarrota, pero había que pagar a los soldados que se dirigían hacia el sur. Los regimientos de Connecticut y Pennsylvania se habían amotinado. En palabras de George Washington, «estas tropas no han recibido nada desde hace tiempo y han mostrado ya varias veces muestras de descontento». Por su parte, también el ejército francés del conde de Rochambeau, que había llegado a Norteamérica el año anterior, tenía las arcas semivacías, por lo que también el embajador francés, La Luzerne, se dirigió a las autoridades españolas para solicitar dinero urgentemente.

La petición llegó el 17 de julio a Cuba. Saavedra se encontraba en Guarico (actual Cap Haïtíen en la parte francesa de La Española) preparando la próxima campaña. El 16, había arribado una escuadra francesa, al mando del conde de Grasse, procedente de Europa. El almirante francés recibió ese mismo día una carta de Rochambeau en la que le comunicaba que necesitaba tropas de refuerzo y dinero en la bahía de Chesapeake, ya que en la ciudad costera de Yorktown se había refugiado el ejército inglés al mando de Lord Cornwallis. Grasse no pudo conseguir nada de dinero en la isla, pero la solución la proporcionaría Saavedra. Tras varios días de reuniones, se planearon las operaciones futuras: Grasse se llevaría todas las tropas y los buques franceses disponibles, siendo sustituidos por españoles, hasta que, finalizadas las operaciones actuales, se atacara Jamaica. Pero lo más trascendente fue la decisión de Saavedra de que España prestara en La Habana el dinero que requerían los aliados franceses y americanos en Virginia.

Saavedra embarcó en la fragata Aigrette hacia Cuba, seguido de toda la flota francesa, y llegó a La Habana el 15 de agosto. En el tiempo récord de dos días, el enviado del rey consiguió reunir 500.000 pesos, echando mano de todo el dinero disponible en entidades oficiales y militares y pidiendo préstamos a particulares. El día 17, partía la Aigrette con el dinero a bordo y, al día siguiente, se unió al resto de la escuadra, que puso proa hacia la bahía de Chesapeake. El 30 de agosto, llegaban frente a las costas de Virginia y, el día 5 de septiembre, Morris recibía, por fin, de manos del tesorero del ejército francés, 26.600 pesos para pagar a los soldados del Continental Army. Muchos testimonios aseguran que aquella fue la primera y única paga que recibieron durante toda la guerra. Poco más de un mes más tarde, estos soldados y sus aliados franceses, conseguirían la decisiva victoria de Yorktown.

El general inglés Cornwallis escribió en sus memorias cómo la llegada de las tropas francesas de Santo Domingo, liberadas por Saavedra, impidió que pudiera lanzar un último contraataque sobre las tropas americanas que, al mando del marqués de Lafayette, habían comenzado a bloquearlo en Yorktown. También el general francés Rochambeau reconoció la importancia para aquella victoria de la ayuda prestada por España, tanto en sus memorias como en una carta remitida el 24 de octubre al conde de Aranda, embajador español en París, desde el mismo campo de batalla de Yorktown.

No fueron las únicas ayudas que Saavedra entregó: un millón de pesos partió de Cuba a bordo de la fragata Amazone el 27 de septiembre de 1781 y otro millón de pesos partió de Veracruz el 13 de diciembre, a bordo de la fragata Courageuse. Ambas cantidades reclamadas por los franceses para cubrir, de nuevo, las necesidades de buques y tropas en la escuadra de Grasse y de cara a las siguientes operaciones, cuyo objetivo más importante era la Jamaica británica. Grasse conquistó varias islas del Caribe a los ingleses, pero el proyectado ataque a Jamaica nunca pudo llevarse a cabo, al ser derrotada la escuadra francesa por el almirante Rodney en la batalla de Los Santos, el mes de abril del año siguiente. Poco después, tras la suspensión de las hostilidades, Saavedra dio por finalizada su misión americana y volvió a Europa en mayo de 1782.

José Manuel Guerrero Acosta
La Habana George Washington Arthur Lee Fernando de Leyba Marblehead John Jay Bilbao Oliver Pollock El Conde de Aranda José Solano y Bote El Conde de Floridablanca México Francisco de Miranda Nueva Orleans José Antonio George Farragut Pensacola Bernardo de Gálvez Mobile Juan Miralles San Luis Bárbara de Arias Macharaviaya Diego Gardoqui Nueva York